Entre las entidades cósmicas más antiguas y poderosas del universo Marvel se encuentran los Vigilantes. Estos seres han estado presentes desde los albores de la creación y, desde hace incontables milenios, han mantenido un juramento solemne: observar los acontecimientos del multiverso sin interferir jamás en ellos.
A pesar de este voto, algunos Vigilantes —entre ellos el legendario Uatu— han roto en más de una ocasión las reglas para ayudar a los héroes de distintos mundos, demostrando que incluso el más férreo de los juramentos puede tambalear frente a la necesidad.
Pero ¿de dónde surge realmente esta promesa de no intervención? La respuesta está en una de las tragedias más antiguas y devastadoras de Marvel, marcada por la arrogancia, el arrepentimiento y un error que aún pesa sobre la conciencia de toda su especie.
El origen de los Vigilantes y su error imperdonable
El origen de los Vigilantes fue narrado por primera vez en Tales of Suspense #53 (1964), creado por Stan Lee y Larry Lieber, y más tarde ampliado en Original Sin #0, de Mark Waid, Jim Cheung y Paco Medina.
La historia revela que los Vigilantes pertenecen a una de las primeras razas inteligentes de la existencia. Mientras otras especies apenas comenzaban a evolucionar, ellos ya eran una civilización antigua, poseedora de conocimientos y avances tecnológicos incomparables.
Uno de los líderes más influyentes de su raza era Ikor, padre de Uatu. Convencido de que los avances de los Vigilantes podían ayudar a otras civilizaciones a alcanzar su máximo potencial, Ikor propuso compartir su tecnología con especies menos desarrolladas. Aunque el gobernante supremo, Emnu, se oponía con firmeza, el consejo gobernante permitió que Ikor pusiera a prueba sus ideas.
El experimento se llevó a cabo con una raza primitiva llamada los Prosilicanos. Los Vigilantes les otorgaron acceso a la energía nuclear, con la esperanza de que, gracias a este don, pudieran acelerar su evolución social y tecnológica. Y, en un principio, los resultados fueron extraordinarios: los Prosilicanos construyeron naciones poderosas, erradicaron el hambre y la peste, y alcanzaron en apenas una década un desarrollo que normalmente habría tomado miles de años.
Parecía que el plan de Ikor funcionaba. Inspirados por este éxito, los Vigilantes partieron con la intención de extender su influencia a otros mundos de la galaxia.
Sin embargo, cuando regresaron al planeta Prosiliciano, lo encontraron reducido a cenizas. La energía que debía ser la base de una utopía había sido utilizada como arma en un conflicto devastador. El mundo estaba en ruinas y la especie completamente erradicada por su propia mano.
El nacimiento del juramento de los Vigilantes
La tragedia fue un golpe devastador para Ikor. Su fe en el progreso de los Prosilicanos se transformó en culpa y dolor al descubrir que su don había sido usado para el genocidio. Fue entonces cuando comprendió que Emnu tenía razón desde el principio: la arrogancia de los Vigilantes había destruido a toda una civilización.
Aunque nada podía revertir aquella catástrofe, Ikor propuso que su especie asumiera una penitencia eterna. Desde ese día, los Vigilantes observarían el universo sin volver a intervenir jamás en los asuntos de los mortales. Este voto se convirtió en la piedra angular de su existencia, transmitido de generación en generación como recordatorio de su error irreparable.
Uatu y la contradicción del juramento
Pese a ello, no todos los Vigilantes aceptaron esta promesa con la misma rigidez. El propio Uatu, hijo de Ikor, trató de convencer a su padre de que la intervención original había nacido de un auténtico deseo de mejorar el universo. Aun así, Ikor se mantuvo firme en su resolución.
Con el paso de los milenios, Uatu encontró una amarga confirmación de la sabiduría de su padre. En sus observaciones a través de infinitas realidades, descubrió que en ninguna de ellas los Prosilicanos habían logrado usar el don de los Vigilantes para crear una utopía. En cada universo alternativo, el resultado era siempre el mismo: ruina y autodestrucción.
Sin embargo, Uatu no dejó de creer en el potencial de los mortales. Aunque consciente de la gravedad del juramento, en múltiples ocasiones decidió romperlo para advertir o ayudar a los héroes de la Tierra frente a amenazas cósmicas.
Esta historia reconfigura por completo la manera en que los Vigilantes deben ser comprendidos. No se trata de seres distantes que se creen superiores a quienes observan, sino de una raza marcada por la culpa de un error ancestral. Su juramento no nace de la indiferencia, sino del arrepentimiento.
En el caso de Uatu, su frecuente decisión de intervenir refleja la dualidad de su especie: el respeto al voto de no intervención frente al deseo profundo de creer en la bondad y el potencial de aquellos que observan.
En definitiva, los Vigilantes son personajes trágicos dentro de la cosmología de Marvel. Son observadores inmortales que cargan con el peso de un pecado original: la destrucción de los Prosilicanos. Y aunque nunca podrán deshacer esa catástrofe, su misión eterna es clara: vigilar, aprender y recordar para que su error jamás se repita.
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- Original Sin #0